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  AUTO - ENSAYO CRITICO
 
 
...PURA IMAGINACIÓN O IMAGINACIÓN PURA...
 
ALREDEDOR DE MI OBRA ARTÍSTICA
 
 
Por: Jesús María Stapper
 
 
Imaginación:
 
Si algunos eruditos en la materia, definen filosóficamente a la imaginación como: “la facultad de poseer nuevas imágenes sensoriales o conceptuales en las conciencia humana sobre la base de transformar las impresiones recibidas de la realidad sin que se encuentren en la realidad que se nos ofrezca”. Y además, dicen que “la imaginación surge en el quehacer del hombre que trabaja; sin ella, el trabajo no podría ser adecuado y fecundo”. Por otra parte, manifiestan que: la imaginación del sabio ayuda al mundo creando hipótesis, representaciones, modelos, ideas de experimentos. Y para concatenar imaginación y creación artística, en mi particular caso, literatura y pintura, se dice que “es sobre todo importante el papel de la imaginación en el proceso de creación artística. En este caso, no solo sirve de medio para generalizar, sino, además, de fuerza que hace surgir a la vida las imágenes estéticas significativas del arte, en las que se expresa el conocimiento artístico de la realidad. Son un producto de la imaginación el ideal como imagen del deber ser, y la imaginación como imagen de lo deseado”.
 
Para mí, desde el rol de artista plástico y de escritor latinoamericano, discernir desde una óptica filosófica qué similitudes o qué diferencias  existen entre pura imaginación o imaginación pura, es pretender casi de manera ilusa y utópica, al destajo, el desarrollo de una ardua y difícil tarea. Querer inmiscuirme entre los laberintos conceptuales de las “dos expresiones” para hallar diáfanas y estrictas definiciones, es la búsqueda de una buena razón-misión para “perder el tiempo”. Es buscar por la ruta oscura, la luz de los intrincados lugares para ir directamente al más complejo mundo de posibles definiciones o por lo menos, de sutiles comparaciones. Es algo así como pretender buscarle el alma, al amor, dentro de un cubo del tamaño de un centímetro, cubo perdido entre los profundos vericuetos de los océanos o en los rastros de los pasos perdidos del universo. De todas maneras, trataré de adentrarme un poco, solo un poco, en tan inmensos y ricos caudales.
 

Pura imaginación:
 
Puedo deducir, de forma somera, sin pretensiones de hipótesis o de teoría, que “pura imaginación”, es el acto espontáneo del pensamiento, sin causa y sin dirección, sin fuente y sin definición. Es algo así, como un “chorro de ideas flotantes” que, tal cual llegan,  tal cual se van.  Se van sin dejar nada, sin producir efectos de cascada por lo menos; luego, no son susurro del viento pasajero, no tienen eco, ni resonancia. En la pura imaginación no existen antecedentes de ningún carácter, ni siquiera de talante onírico (son a la larga, pensamientos que no producen sensaciones, menos, producen alucinaciones, ni delirios, ni sentimientos), de pensamiento real, de sentido histórico, amoroso e incluso idealista porque lo pragmático en ésta imaginación, “está fuera de combate”. Concluyo entonces, que en la pura imaginación no hay elementos de aprehensión porque no tiene voz, ni cuerpo, ni espíritu. Los “elementos imaginados” son hijos sin nombre, sin bautizo ni agua bautismal, empero no pierde tal acto el carácter de ser pura imaginación.
 

Imaginación pura:
 
Con el mismo criterio de la anterior definición, puedo deducir que la imaginación pura es la selección “más perfecta” del pensamiento espontáneo o sugerido o planeado.
 
La imaginación pura de pensamiento espontáneo con intención previa (ésta intención surge desde un propósito no planeado tal vez, pero si concerniente a… Su afirmación implica la existencia de una base o fuente anterior concreta como instrumento directo o indirecto de algo y para ese mismo algo, o para otros “algo-s”,  o como ramificaciones de un solo “algo” o aún para varios de esos “algo-s”; o por el contrario, la intención de ser fuente para crear y producir un algo nuevo, intención que amerita el recurrir a tal imaginación) indica posibles discernimientos, ámbitos que de alguna manera especulan pero sufren sus respectivas correcciones y se convierten o son fórmulas  de creación y de re-creación. Allí las imágenes o los conceptos, incluso las solas ideas, se repiten, se pulen y se concretan bien sea por espíritu propio o por necesidad; pero, indudablemente tendrán que ser útiles para algo porque para ello es su advenimiento.
 
La imaginación pura con argumento sugerido se establece desde la causa propia. Causa con uno o muchos antecedentes conocidos y reconocidos, sea desde la apología que queremos inculcarle “a mi o a nuestra causa”, o desde el antagonismo que pretendemos a través de la crítica y de hallar la sin-razón para su razón a las causas de “nuestros adversarios” que imaginan (esa razón no es la nuestra, pertenece a otros, de ahí el fin de desvirtuarla, ante todo cuando esa imaginación no nos gusta o nos afecta… los intereses). Antes de imaginar, se pretende indicarle a la imaginación para qué y hacia dónde debe ir. Se induce su propósito aunque varíe la fórmula. Puede desordenar factores pero concluirán en el mismo punto, en el vértice único como cimiento y vida y realidad. ¿En realidad se le puede ordenar previamente al pensamiento qué debe imaginar? ¿Incluso se podrá hacer correcciones desde antes de imaginar? ¿Si nos lo proponemos, lo que imaginemos será perfecto? ¿Si entre varios “sujetos” participantes, ordenamos pensamientos y los autorizamos,  (ejemplo: la más bella obra contemporánea de arquitectura desde y con pensamiento múltiple realizado individualmente, para su construcción inmediata, concluiremos en el mismo encuentro en un solo diseño como  único resultado?Es entonces clara,  la necesidad previa de establecer dimensiones, de estudiar cuanto antecedente existe; a ello, se le deben sumar los motivos y la necesaria estimulación, todo con la misión de llegar con certeza a la imaginación pura desde… y con argumentos previos.
 
La imaginación pura con argumentos planeados resulta ser la más estratégica. Concurren a ella, la filosofía, las ciencias, el conocimiento, la tecnología, el talento, los sueños, la esperanza, y por último la creación; es algo así como la suma de muchos o de todos los ideales. Son los propósitos establecidos, los que invocan la conversión, la transformación y los avances de toda índole. Es necesario, por momentos, frente a este tipo de imaginación, un accionar interdisciplinario, el aporte de los distintos campos del conocimiento y la suma de cuanta experiencia existe. Sin embargo, la puesta en escena de ésta imaginación nos puede dar distintos resultados que pueden ser teóricos, dogmáticos, científicos, tecnológicos, oníricos, visuales, o incluso virtuales; pueden ser también, tangibles o intangibles. Entonces, me permito llegar hasta acá, con ésta sencilla introducción sobre la “pura imaginación pura”, como si se tratase de unos momentos de “cierta iluminación, o cierta des-lucidez, nada más”. Porque serán ustedes, los estimados lectores de mi obra pictórica y literaria, los encargados de contradecirme y lo harán desde la perspectiva honesta, franca y sincera de sus válidos argumentos. Aunque algunos de los lectores ocasionales o permanentes “se someterán” con generosidad, a la tarea de enriquecer mis breves conceptos escritos que sirven de introito al presente texto en los recorridos someros que hago acerca de la imaginación. Solo les digo que tengo algunos motivos para hacerlo en cuanto a la relación directa de “las distintas esferas de la imaginación” con mi obra pictórica. En verdad, me es muy difícil vivir sin aplicar “cierta filosofía propia” a la expresión general de mi obra plástica y en particular de cada una de las obras que plasmo y, por ende,  igual sucede con lo concerniente a mi literatura, a los artículos y columnas periodísticas que he escrito para Medios de Comunicación de distintos lugares, a lo largo de veinticinco años.
 

Primeros escenarios ante mis ojos abiertos… escenarios fuente:
 
Como algo invariable, sucede  para quienes tenemos el privilegio de nacer en Latinoamérica y particularmente en los Andes, que tan pronto abrimos los ojos de la existencia, que ante los primeros parpadeos, nos encontramos con un mundo de paraísos estáticos y andantes. Ese primer plano nos lo brinda con generosidad e “imponencia” la naturaleza que nos rodea. Naturaleza vasta y real: “cuadro de particular metáfora entre los linderos de una obra pictórica de inestimable acierto, libro abierto y hermoso rodeado de inmensa poesía”. Vivimos un primer instante de fantasía,  mientras, “esa fantasía” se nos convierte en realidad tangible, palpable al borde de nuestros primeros pasos. En nuestro territorio la belleza es extrema y el asombro infinito (ejemplo: Cáchira: Municipio de Norte de Santander (Provincia de Ocaña), de Colombia, en Sudamérica, donde nací. Fue allí donde celebré mi primer asombro, mi primera “alucinación” de vida). Tenemos los latinoamericanos casi por antonomasia ante nuestros ojos abiertos y ante nuestro elevado espíritu, todo tipo de creación impresa. Los paisajes son fuente inagotable para nuestra mirada. Los sonidos naturales que se nos brindan en el seno grande de nuestro Continente americano, interpretan la más excelsa, la más calificada melodía. Si los latinoamericanos contamos con tan grandes elementos, de hecho, nuestra imaginación “deberá incurrir” en supremos desafíos, desafíos que nos instan a superar imaginariamente cuanto conocemos de realidad y podría decir sin ningún temor que esa realidad supera toda imaginación. De ese talante es y debe desprenderse nuestra realidad creativa, es por ende necesario, ir más allá de las utopías y más allá de los sueños y más allá de los retos ante la “ambición necesaria” de sentirse pintor o de sentirse escritor o artista en todo caso.
 

Orígenes e imaginarios en mi obra pictórica:
 
Los  orígenes de mi obra artística pictórica y literaria fueron extraídos en esencia del campo, es decir, que los primeros elementos fueron los naturales, los que podía mirar con los ojos abiertos a partir de la sabiduría de la naturaleza, su generosidad y lo restante de su infinito legado. Además, recurrí a las enseñanzas diarias del hombre en su cotidianidad, en el estado natural  de su diario accionar. También participaron con ahínco, en “ese entonces”, los elementos que vislumbré y guardé en mi mente infantil a través de los universos hallados dentro de mis ojos cerrados (de verdad los primeros imaginarios, imaginarios reales, fueron sueños con imagen, lenguaje y sentimiento propio). Luego, aparecieron los elementos mitológicos, idealismos que me llegaron por boca de otros, las religiones que me inculcaron, los cielos que para mí ya tenían descritos, algunos regalados y otros que pretendían venderme. Otros elementos, algunos “imbuidos”, ya tenían sus propios antecedentes como la Patria y sus conceptos, la historia de la Patria mía y las historias de las otras patrias, ello me confirmó la existencia del  Globo Terráqueo con sus montones de hijos, de historias, de verdades, de mentiras y de algo que llaman política  a la que empecé a mirar atiborrada de sofismas, entelequias, falsedades y traiciones, con sus quimeras de vencedores y vencidos, pero también, algo espectacular empecé a descubrir en los “otros mundos”, en los mundos en que hallamos  sueños y soñadores. Después entendí que tenía el deber y la necesidad de plasmar en un lienzo o en un libro, al universo entero y sumarle a ese mismo libro o a ese mismo cuadro, todos los universos que yo invento. El hombre con el diccionario de sus elementos en suma fue también cómplice de mi inicial obra a través de imaginarios, palabras y trazos que por “su culpa” dan vida a mi creación. Hoy, al igual que antes, a pesar de mi recorrido, experiencia y de mi conocimiento, puedo decir que los elementos que utilizo para mis imaginarios son necesariamente los mismos del principio, no obstante, los resultados creativos de alguna manera se van modificando aún a pesar de su propia identidad creativa, no importa en ella la suma de lo citadino, lo cosmopolita y extra-universal, porque siguen inmersos también el pasado que nos rodea o el futuro que aguardamos o la vida que inventamos.
 

Mi obra pictórica y literaria y su talante filosófico:
 
A mi obra pretendo inculcarle pensamiento propio, que sea una obra que piense y haga pensar. Pretendo que se exprese con su propio lenguaje, que hable por si misma, con sus características definidas. Que tenga su propia voz y su propio silencio. Que tenga argumentos para su defensa y coraje ante “su derrota”; tiene el sagrado deber de defenderse por sí misma, sin cobardía alguna, ella debe saber que no tiene porque ser inútil. Que tenga su respectiva humildad ante la multiplicación de sus cantos, ante los ecos perdurables de su voz. Que tenga su propia importancia, porque la importante es ella, no soy yo. Que no sufra de envidias ni resentimientos. Que sea una obra que ofrece con espontaneidad cuanto explora para que la exploren con todo el rigor, basada únicamente en el valor de su alfabeto singular. Porque mi obra aprende y enseña, porque tiene “razón” y “verdad”, porque increpa, cuestiona y contradice, porque de alguna manera se siente paradigma, pero también porque respeta y afirma positivamente la virtud, el temple, el valor, la sabiduría, la trayectoria, la honradez, la bondad y las demás virtudes y procesos que no le corresponden y que con valiosos argumentos otros nos heredan; por cuanto mi obra dice,   tiene bien definido su talante vertical y filosófico.
 

Tras la caza de las buenas metáforas pictóricas y literarias:
 
Es innegable, para algunos y -según ellos-,  que en mi obra se halla una buena siembra de poesía, tanto en la plástica como en la literaria de “cualquier orden”. Hay quienes dicen que es poesía de alto vuelo, que mi obra es de fecunda imaginación. Si en realidad es así, es el resultado de la búsqueda permanente de algunas bellas o irreales imágenes para que den vida y sentido a lo escrito y  lo plasmado, con el único motivo de enriquecer y hacer claro, ameno y atractivo  el contexto propio de un contenido que en ocasiones puede resultar muy profundo, denso o complejo. Ese recurrir constante al tropo, a la metáfora, al símil o incluso a la alegoría, por ejemplo, hace que mis lectores pictóricos o literarios, no se circunscriban al texto en sí como una propiedad que enajena sino que les invito a través de las figuras creativas a ir más allá de lo propiamente dicho o de lo propiamente plasmado, para que tengan oportunidad de explorar, de soñar, de inventar con plena libertad, un poco más sobre… “lo ya inventado”. Puedo asegurar entonces, que estoy en actitud de alerta y voy tras la caza de las imágenes que se nos presentan espontáneas. He aquí la manera de ir a algunas de ellas como una cita elemental en el ejercicio de mi cacería creativa.
 
Soñar... soñar... soñar... Desvertebrar estructuras de acero o de agua, de fuego o de tierra... Derribar las arquitecturas: maquetas de verdad o de papel, de tinta o de sangre. Tropezarse con los mañanas en el invento, recostarse sobre los ayer-es en el colchón que guarda la historia escurridiza con el fin de verificarla o desconocerla... o anularla por malcriada. Poner a circular el tiempo sobre la cabeza de un trompo loco, en movimiento. Tinturar con absurdos los tangibles. Darle cabida a los imaginarios que tal vez no podrán ser: serán utopías... serán quimeras... ¿no serán más que estupideces, más bien... nada más?. Crear las plagas del porvenir y guardarlas entre un costal de tejidos rotos... Inventarles amantes a las alas de los ángeles. Derramar los océanos sobre los esqueletos de las mariposas. Ponerles escamas a las pieles de las hembras, cuando las hembras son mujeres, para esconderse dentro de ellas y poder captar así, las sensaciones que sufren cuando saltan de pies a cabeza, cuando ríen o cuando lloran. Hacer trepidar las raíces de las maniguas. Tener dentro de la cabeza la caja fuerte donde se siembra la locura: locura del ingenio... locura de la belleza... locura del amor protestado... del amor sufrido... de los amores plenamente correspondidos y satisfechos. Capotear las muertes que vienen disparadas desde las cerbatanas. Hacer parir nuevas génesis... nuevos Apocalipsis. Ir a la vendimia y embriagarse en la pulpa sutil de los sentidos... Y, mucho más. Tanto más que sobreabunde sin mentiras entre sus bolsillos rotos.
 
Soñar... soñar... soñar… Escribir mis actos de palabra literaria... Firmar los gestos de mis ensueños pictóricos.
 
Inculcar sobre los instantes todas las reconstrucciones, forjar las banderas ondeantes para los mundos nuevos, aportar el papel para las páginas necesarias que escribirán... que plasmarán... los sueños despiertos del hombre inquieto, las gestas oníricas de los seres que sienten... sienten que gozan, que viven, que aman y que sin actos miserables, lo dan todo. Anotar el verso cuando un hombre cierra los ojos y muere pletórico y acaudalado sobre la epidermis desnuda y voluptuosa de una dama enamorada en plena danza. Sobre nada más se solidifican las bases de mi obra plasmada y de mi obra escrita.
 

Cuando los universos del color viven su alegría en una eterna primavera:
 
Una de las características fundamentales de mi obra pictórica radica en la majestuosidad del color. En las enredaderas de una verdadera primavera se tejen lo sueños de “mi mundo permanente de primavera multi-temática plasmada”. Me gusta el color pleno, total, lo presiento, lo veo y lo disfruto. En ella, también, se acaudillan con magistral “intención” bondadosas transparencias. El color me lleva a deliciosas alucinaciones. Alucinaciones que se contrastan unas contra otras. Contrastes que se desligan y contrastes que se corresponden (liga imperecedera con vida propia “así es mi obra”, incluida en ella, todos los avatares por resolver en el ejercicio de la existencia con sus virtudes y defectos, con sus esperanzas, realidades y fantasías). Tales contrastes se formulan en armónica prescripción, y por ello, van en comunicación decidida, comedida y consecuente. Es un regalo total, es goce sentido a los ojos, al corazón, al alma y al espíritu de cualquier Ciudadano del Mundo porque con seguridad satisfará al más refinado de los gustos. Me gusta la primavera viva de cualquier lugar real o inexistente (como lo es casi siempre en la invención de nuevos mundos de mi trabajo artístico) y de cualquiera época, así la imagino o así la invento; es decir, la sueño con la generosidad de su colorido, con su radical forma de llamar la atención, sea desde la claridad del día con su luz plena, sea desde la noche con sus claroscuros mágicos de plenilunio o “brujos” pero atractivos lamentos sombreados de la penumbra –la penumbra también tiene sus propias claridades, su propio modo de hallar la luz-. La alegría se hace manifiesta en mis trazos y composiciones. La composición de mi obra plástica se entretiene con los colores fucsia, verdes vivos, amarillos, lilas, los azules desde el Prusia hasta el celeste impoluto tan celestial que nunca “peca”, rojos como los que anhelamos encontrar plasmados en las bocas sedientas de pasión de nuestras mujeres amadas; también, el blanco y el negro hacen parte de “mi gama policromática viviente y rugiente”. En definitiva, cada color que indique “alerta visual” y sensualidad recorrerá puntos y rayas (líneas) que puedan conducir al lector de mi trabajo a las distintas e intrépidas características que son llevadas por el pincel a la tridimensionalidad de mis espacios. Mi obra pictórica y su talante, tiene la suficiente capacidad y valor creativo para estar con lujos y suficiencia de argumentos en cualquier escenario del Mundo.
 
 
Con dilecta imaginación… atando cabos oníricos para una composición de lujo:
 
Mi obra pictórica está compuesta por un torrente de espacios. Espacios que se suman unos a otros en cualquier orden pero con coordinación estética tridimensional, con especial armonía, con singulares escenarios en su compleja pero clara arquitectura, con distintas voces de la “ingeniería pictórica” aplicada sobre el lienzo y, también con distintos cantos para un único lenguaje en el mundo de la Pintura Artística.  Lenguaje  que emerge de su boca multicolor pero con un cúmulo de interpretaciones respondida por cada uno de sus espectadores, escrito en cada uno de mis lienzos y en el compendio general de mí plasmar onírico; es allí, donde se perfila la autonomía de mi particular propuesta. Propuesta bien particular dentro del Arte Colombiano, Latinoamericano y Mundial. Ese lenguaje nos entrega un amplio alfabeto pictórico con lectura múltiple, con variados ethos. Mi obra es una constante exploración que va más allá incluso de aquellas dimensiones conocidas, pretende y halla algunas de las dimensiones desconocidas y, encuentra placentera, algunas otras dimensiones nuevas que por lo tanto, surgen como alternativa. Mi pintura artística es para mí: la perfecta exploradora, pues soy el primer sorprendido con las nuevas dimensiones, con los nuevos mundos y los nuevos universos que halló a través de los movimientos soñadores de mis pinceles; y creo también, que lo es igualmente para ustedes en sus ocasiones verla, leerla,  estudiarla y analizarla con la rigurosidad necesaria..
 
Cada exposición de mi obra artística en su propio contexto, tiene composición variada, es decir, cada una de las obras es distinta… muy distinta de las demás. No quiero decir con esto, que mi obra sea una explosión de cuadros saltarines cual vulgar sopa donde hierven locas las verduras de colores “chorreados” a la deriva, gestados no por mano diestra sino por ineptitud imperante, donde cada uno de los lienzos aparece plasmado de pronto y sin saber por qué o para qué. No… no es así. No se trata de caprichos espontáneos sin rumbo fijo, por el contrario, es explícita la coherencia temática y secuencial. La diferencia entre una y otra creación o entre uno y otro cuadro, es totalmente  palpable; no obstante, al observar y analizar el marco total de cualquiera de mis exposiciones o incluso sobre la base muestrario de una retrospectiva total, casi  posible, de mi labor creativa, nos daremos cuenta que no son diferentes, que guardan entre sí ámbitos gemelos, que  la cohesión es perfecta entre tema y obra, y obra y temas; por ende, aunque los temas son muy distintos en cada exposición, la identidad se sostiene en todos sus rasgos, se concreta así: perfil, singularidad, identidad, diccionario estético con lengua única y calidad pictórica.
 

Tratando de pisar los trazos…las huellas… las genialidades… las estelas de:
 
Cuando mis ojos pictóricos se “enlagunaron” de trazos, formas y color, cuando mi consciencia abrió los ojos de la imaginación a las realidades o los imaginarios pintados por otros,  me pareció algo tan espectacular, extraño y hermoso, que fue de inmediato un reto insoslayable para mí, una aventura indeclinable. Pues al sentir emociones y alegrías ocasionadas por tan brillantes e inmensos artistas a cerca de algo que podría yo por lo menos, “tratar de hacer”, ellos, sin duda alguna, lo habían hecho con inmensas calidades, con sus talentos casi insuperables, con sus propias victorias, con sus propias historias, con trayectorias y recorridos de imponderable valor y resultados, con su verdadero y justo pedestal de Maestros. Mis primeras cercanías al Arte fueron con base en algunos de tantos nombres. Tal vez así nos sucede a quienes queremos emprender “una labor continúa” en cualquiera de las líneas de la creación. Y ¿cómo sucedió en mi caso?
 
Fueron en Colombia, los Departamentos  Norte de Santander y  Santander de la década del setenta del siglo XX, donde se establecieron mis primeros pasos hacia “la cuestión” de la pintura. Creo que por antonomasia, para todos los artistas de cualquier lugar del Mundo: “es primero lo que nos rodea”. Y después… lo que sigue... aunque valga demasiado. Es así, porque lo nuestro vale más que todo lo demás.
 
Por ende, para mí, aparecen en la palestra muchos nombres que aún recuerdo a través de distancia y tiempo, ya que vienen a mi memoria algunos de sus rasgos gestados con sus pinceles, sus paletas, sus plumillas o su tridimensional ingenio a través de la escultura y, también recuerdo a aquellos artistas que nos presentaron sus vanguardias atiborradas de modernidad con sus instalaciones de múltiples formas o sus performance-s  que trataron de “descrestar” al comienzo. Me es imposible mencionarlos a todos en corto espacio; empero, igualmente inolvidables son por un motivo o por otro. Inolvidables  cada uno de ellos por su amistad o por la magia de su atracción pictórica o creativa, de tal manera, son algunos: Miguel Ángel Quintero Pacheco eximio plumillista de Ocaña (artista que provocó con su talento mi admiración infinita), Eduardo Ramírez Villamizar de la ciudad de Pamplona con su exposición mundial “al viento, al espacio y al aire libre”, Segundo Agelvis de la ciudad de Cúcuta y su “mundo de obras en eximio catálogo”, los tres son artistas del Departamento  Norte de Santander. Domingo Moreno Otero, Luis Alberto Acuña,  Misael Zárate, Humberto Delgado, Luis Roncancio, Oscar Rodríguez Naranjo, Carlos Gómez Castro, Pacheco de Suratá con quien departí buenos diálogos aupados por excelsa melodía, “sorbos de aguardiente y tajas de mandarina a la francesa” y compartí igualmente sus muchos reconocimientos internacionales tras la buena cosecha de sus frutos sembrados en París; ellos son maestros del Departamento de Santander, a quienes respetuosamente reconozco en su trascendental legado como los “creadores inmortales de la vieja-nueva guardia”. Son tantos los  artistas coterráneos y amigos que proseguir con el listado de mis colegas anteriores, contemporáneos y las nuevas generaciones, me resulta dispendioso, sea entonces un abrazo para ellos desde las inmediatas cercanías de “mi pictórica tierra” con el valioso motivo de pertenecer al Gran Santander Colombiano.
 
No fue ajeno ante “mis primeros atisbos” de niño dibujante, el arte nacional y su pléyade de gestores, cultores y creadores. Luego de siglos de historia artística que viene desde los primeros albores indo colombianos y su breve pero consistente y persistente “narración pigmentada” en “extraños lugares” a la “sombra intemperie” y a la “intemperie pura”, casi extintas figuras de arte rupestre que fueron dibujadas para nosotros, aún en nuestros días, hasta llegar a la senda…, al reconocido plinto mundial de Fernando Botero en el esplendor majestuoso e invariable de su obra universal de los siglos XX y XXI. Es preciso traer a vuelapluma a algunos de tantos,  tan importantes y valiosos nombres en la representatividad de su legado individual y “colectivo colombiano”, como un “rápido disparo de nombres de pintores y escultores” a través de los siglos, son entonces entre tantos: Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos, Pedro José Figueroa, Andrés de Santa María, Guillermo Wiedemann, Rodrigo Arenas Betancourt, Alejandro Obregón, Edgar Negret, Enrique Grau, Luis Caballero, Roberto Peraffán, Débora Arango, David Manzur, Antonio Roda, Germán Tessarolo, Máximo Flórez Ramirez,  María de la Paz Jaramillo, Omar Rayo, etc. Se colige que algunos importantes artistas no nacidos en Colombia, son colombianos, por varias razones: llegaron a nuestro País y acá hicieron su tránsito creativo, hicieron su tiempo en almanaque colombiano en buena parte el compendio de su vida, porque se sintieron dignos exponentes del Arte Colombiano, porque sobre la faz de nuestro suelo echaron sus raíces o sencillamente porque así lo quisieron. Y así, lo quise siempre desde las huestes de mi propio divagar, mirar al Mundo desde los linderos de mi Patria tierra adentro, desde el interior de mi propia piel pero ante todo, desde los sueños venturosos de nuestra infinita grandeza, como tal vez nos lo diría hoy la desaparecida Marta Traba y la genialidad de su crítica con la firmeza absoluta de su talante “gaucho”.
 

Trasegando con pies descalzos, bajo el sol del Quijote o la pertinaz lluvia de Macondo, con mi maleta de sueños, por las interminables avenidas y sus calles afluentes de la literatura y la pintura universal:
 
Asistir con “juicioso apremio” al muestrario universal de la pintura y la literatura, es adentrarse en el alma pura y cristalina de las aguas de los siete mil mares que conforman su solo océano, su único océano creativo. El más inquietante y trascendental de los océanos abarca todos los universos, todos los olimpos, todos los dioses, todos los parnasos, todas las auroras, todos los arco iris, todos los vientos, todos los tiempos. Circulan por “sus sabios afluentes”: la magia, el enigma, la realidad, el sortilegio, el amor, la sangre, el delirio, la vida, la muerte, la resurrección, la ventura, la epopeya, cuanta odisea  inventa el Hombre, o cuanta locura padece. A éste amplio “mar de sueños” que cautiva, embruja o desconcierta, llegan impresos en el corazón de los papiros o plasmados en los lienzos de las albas y los ocasos, todos sus ríos, sus quebradas y riachuelos. Y por ende, sus benditas, sus deliciosas, sus suaves o sus turbulentas aguas traen consigo, al ritmo de sus corrientes, en las barcas de los sueños, todos los elementos que en sus distintos andares, “han arrastrado” desde la vera del destino de la humanidad. Esas aguas llegan a tal océano cultural desde todos los orígenes y todas las formas. A ése océano llegan  los “bogadores de ilusiones” con sus maltrechos remos salpicados de tinta, de color, o de encharcado yeso…, yeso que al secarse se forma tridimensional con el fin de robarle un poco de espacio al espacio inútil que antes anduvo desocupado.
 
Asistir a “todas las vertientes que componen el mundo literario y pictórico” es un acto sublime, sin duda. Sería  para un hombre enamorado y su pasión desaforada al borde de la piel, ir solo, a  la más sugestiva playa donde tiene a su plena disposición y “propiedad”, todo el diccionario femenino que la habita a lo largo y ancho de una maravillosa tarde, tarde de ensueño, de locura, de frenesí y de desbordante amor. “Allí, sin pensarlo, se muere ese hombre, cuántas veces quiera, sin temor alguno, porque no importa que su última muerte sea para siempre”. Así vamos los creadores al arte y llegamos a él por los “caminos de sus nobles vertientes”. Son muchas las vertientes, unas más importantes que otras, todas necesarias, ellas son la fuente y los oasis diarios donde alimentamos nuestro talento creativo.
 
Y ¿Qué son vertientes? ¿Cuáles son las denominadas por mí, vertientes en el arte? En principio o de manera somera, definiría con absoluto desparpajo y sencillez, como quien elude responsabilidades con suficiencia o argucia para no purgar penas a pesar de sus culpas, que son las formas de llegar al arte, sea para tratar de mirarlo, otearlo, leerlo, entenderlo, escucharlo, palparlo, sentirlo, estudiarlo, practicarlo y por último: ejercerlo (aunque alguien con absoluta razón me dirá que el arte no se ejerce, pero por ahora dejémoslo así, como el leve ejercicio de “un surgir espontáneo e inspirado en aras de la creación”). No obstante, puedo decir también que son vertientes del y para el arte, su propia historia y por ende, cada una de sus épocas sobresalientes o brillantes incluso aquellas de escasa luz o de existencia efímera. Son vertientes también los legados, cada una de sus escuelas, cada uno de sus ismos de fulgurante trayectoria y desde luego, cada uno de los creadores que han logrado su merecido pedestal y los que no, también. Vertientes igualmente, son las técnicas aplicadas en cada campo artístico. Y por último puedo decir que vertiente es cada uno de los campos de acción de las distintas manifestaciones artísticas.
 
Necesariamente acudo a las enseñanzas de todas las escuelas, cada una nos aporta con suficiencia; sin embargo me atraen en particular, la linealidad de lo gótico desde las propias entrañas del siglo XII; el clasicismo por allá en los andares del Renacimiento del XIV, XV y XVI, con Rafael, Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, entre otros, éste último con la particular y esplendorosa manera de “frisar” su obra pictórica y escultórica; la imponencia y la “pedantería”, la exagerada “muestra de poder” del barroco hasta el propio rococó, la luz sobre los objetos del impresionismo y Manet como su precursor indiscutible, con la suma de Edgar Degas, Renoir, Vincent van Gogh, Paúl Gauguin, y Toulouse Lautrec y el mismo Cezannne y su connotada influencia en el posterior desarrollo del cubismo; el realismo del siglo XIX con Gustave Courbet a la cabeza; el fauvismo hecho de “la fiera” de Matisse; el expresionismo con sus sentimientos y sus respuestas subjetivas allende la distorsión de sus líneas y del color hasta el ruso Wasilly Kandinski; el cubismo de Pablo Picasso y Georges Braque; lo abstracto que involucra a Estados Unidos, Rusia y Los Países Bajos; el dadaísmo con su inclusión de Marcel Duchamp y Max Ernst; el surrealismo con su superioridad del inconsciente que en un primer momento “pronosticó” Guillaume Apollinaire y otro tanto Chirico, y luego fue izado al mundo con André Bretón y su manifiesto, y allí los estelares Ernst, Rene Magritte, Joan Miró, Salvador Dalí, Jean Arp hasta Frida Kahlo; manifiesto mi particular seguimiento y aprehensión del muralismo mejicano de los imperecederos David Alfaro Sequeiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Así voy, hasta llegar a las últimas tendencias que asumen sus necesarios riesgos pero a las que se les acredita sus propias bondades o defectos incluyendo calidades y mediocridades, a  ellas no las desconozco, a cada ismo acudo con sus merecidos respetos, de una manera o de otra, en todos los casos hallamos “fuentes” interesantes.
 
En el ejercicio de pintar y también de escribir, repaso escuelas, propuestas colectivas e individuales (ante todos de aquellos “artistas no enclaustrados”) y me sumerjo entre sus espacios. A unos espacios los aprecio más que a otros. Por ejemplo, el clasicismo, el impresionismo, el expresionismo, el cubismo, el abstraccionismo, pero ante todo el surrealismo me involucra por completo. Tomo de cada ismo un poco y así genero mi propuesta, la que me atrevo a denominar: Particular propuesta dentro del arte plástico latinoamericano. Este acto de infinita osadía, lo cometo, con la “seguridad manifiesta” en el valor de mi creación que con certeza defino con el nombre de “Nuevo Surrealismo del Siglo XXI”.
 
 
 
 
  
Jesús María Stapper
Octubre de 2007
Bogotá D. C. Colombia, Sudamérica
 
 
  Copyright: JESUS MARIA STAPPER  
 
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